lunes, 2 de junio de 2014

Aprendí a amar y aprendí a caer, aprendí a vivir y aprendí a crecer. Aprendí que el mundo es cruel y es duro y nada de lo que te dicen en los cuentos suele suceder. Aprendí que hay sonrisas maquilladas de falsedad, que el mundo lo mueve la avaricia, la obsesión y el afán de poder. El mundo que hay ahí fuera es demasiado duro para no mirar. Pero en medio de toda esa maraña de miedo de egoismo y de avaricia también hay amor. Aprender es aprender, sufrir. A veces necesitas que te despedacen y te enseñen lo duro que puede llegar a ser todo esto para que cambies, que crezcas, que te hagas duro y aprendas a jugar con las reglas que mueven todo esto. La vida no es justa, la primera lección de vida de Bill Gates y la más importante. Una vez que asumas que el mundo no es lugar para débiles, has aprendido. Por eso cada pequeño gesto de gratitud, cada palabra de aliento, cada acto de bondad nos conmueven. A veces creo que no estoy preparada para vivir en este mundo y a la vez me doy cuenta de la coraza que me ha obligado a construir.

viernes, 23 de mayo de 2014

Somos algo más que carne y hueso. Somos esencia, consistencia a la vez inconsistente. Frágiles, seres mutados frente a lo que fuimos primigeniamente. Nos hemos alejado tanto de nuestra esencia que a menudo nos olvidamos de ser animales. Seres efímeros afanados en abrazarse a la inmortalidad, sueño de niños que jamás se cumplirá. Dia tras dia nos reinventamos, nos levantamos, abrimos los ojos al universo en el que ya estamos y nos inmiscuimos en una reiterada rutina que cada vez nos tira más del cuello hacia abajo. Damos la espalda a lo que deseamos en pos de lo que nos es fácil, soñamos con un mañana que nunca llegará a ser hoy, lo reemplazamos por un sueño tan lejano que incluso desistimos luchar por él. Porque a todos, en el fondo el cambio nos da miedo, nos asusta, nos hace sentir vulnerables, desprotegidos, en las manos del azar que no podemos controlar. Tal vez el mañana tenga otro nombre, tal vez caminando al borde del precipicio y mirando hacia el abismo saboreemos más cada paso. Tal vez deberiamos dejar de engañarnos sintiéndonos los justos, los sabios y debamos de reconocer que seguimos siendo niños intentando jugar a un juego que no dominamos y del que nunca saldremos vivos. Tal vez todo esto no deje de ser un juego en el que a veces se gana y otras no tiene puta gracia jugar.